Assata Shakur (via coloresnevados)
steifri reblogged
Nadie en el mundo, nadie en la historia, ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores.
Elegí conscientemente el camino del perro a través de la vida. Voy a ser pobre. Voy a ser pintor.
Vincent Van Gogh.
Club de Tiro de Mujeres, en la Universidad Gonzaga. Spokane, EE.UU.; años ‘50.
La derecha aceptaría el aborto si se llamara “reducción de personal”.
Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.
-Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma… Veamos… Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes…
-En cuarenta…
-No. En treinta… Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos… Veamos… Ha estado usted con nosotros dos meses…
-Dos meses y cinco días…
-Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos… Pero hay que descontarle nueve domingos… pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado… más tres días de fiesta…
A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero… ¡ni palabra!
-Tres días de fiesta… Por consiguiente descontamos doce rublos… Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases… usted se las dio sólo a Varia… Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida… Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de… hum… de cuarenta y un rublos… ¿no es cierto?
El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero… ¡ni palabra!
-En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos… Claro que la taza vale más… es una reliquia de la familia… pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita… Le descontamos diez… También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines… Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo… Así que le descontamos cinco más… El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.
-No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.
-¡Pero si lo tengo apuntado!
-Bueno, sea así, está bien.
-A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce…
Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas…
Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!
-Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-… le pedí prestados a su esposa tres rublos… Nunca más lo hice…
-¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once… ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres… tres… uno y uno… ¡sírvase!
Y le tendí once rublos… Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.
-Merci -murmuró.
Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.
-¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.
-Por el dinero.
-¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?
-En otros sitios ni siquiera me daban…
-¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted… le he dado una cruel lección… ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?
Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: “¡Se puede!”
Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió… La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!
Poquita cosa, cuento de Antón Chéjov. 1883.
Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos: Estado, al lugar en que todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos: Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos - se llama «la vida».
Friedrich Nietzsche.
Se la bate a todo lo que malogre tu cuerpo, que vuelva cualquier parte de él un ojo negro, un estuche de puntos ciegos. También lo que apague como a botellazos tus ideas luminosas de mezquino consumo de frágiles watts. Lámparas miedosas que de tanto entrenamiento duro tiemblan y bajan su tensión con la vibración del sonido del motor del auto, que en la puerta de la casa amenaza que a minutos está del próximo round. Sería que se la pone a todo lo que pelee contra tus ideas y tus sentimientos en desventaja. Para esos sentimientos hay palabras: Para la tristeza hay la palabra tristeza, Para el miedo la palabra miedo, Para el desamor, la desamor. Para la palabra violencia hay imágenes: Una cara envejecida antes de tiempo como si un elástico le cruzara la frente; el ruido delator de los platos rotos y un patio que él cubrió con cemento la tierra donde ella quería poner helechos y malvones, gajitos que trajo del interior. Ni cabida a todo lo que arruine la manera que vos tenés de verte, corte espejo; Que sea descansero, con lo que hagas. Manipulero. Que atrevido te malondee con si querés terminar el secundario, cambiar el bar por una tiendita de ropa o salir a vender pan casero. Eso que te quiera decir como bailar, de lo que te rias; que si te ponés la pollera corta, el jean ajustado o la remera muy apretadita. Que te sargentee o te delire si te cabe ir a la iglesia de la pastora norma o a la misa. Tirarte las cartas. Prenderle una vela a la estampita del gauchito gil arriba de la repisa. Que te haga callar en la mesa. Que te haga callar en la pieza. Que te haga callar en la vereda. Que te haga callar delante de los chicos. Que te haga callar cuando el partido. Que te haga callar cuando te haga el ruido el estómago. Que te haga callar cuando estés a solas con esa que eras vos. Tampoco que con la bandera del amor te tenga chivando contra las cuerdas, vigilanteandote con quién hablás, a quién mirás o a dónde van tus piernas o los mensajes de tu celular. Permiso y plata se le pide al banco y a los viejos. Hay cosas que son legales nomás y más que legales divertidas en las letras de cumbia, adentro de la boca de Dalila. Ahí nada más se menean, ahí te excitan. Rajá, tomátela. Plantate groso. Parate de manos. Pirátela. Forcejeá. Escapá. Agitá. Cuando se te queme el rancho abanicá las ventanas. Sacá el humo quilombero afuera, disfrutá cuando el fuego infiel agarre el campo seco desde hace años. Mientras todo se va a la mierda, sentate en el cordón cuneta, como cuando el Cristo hizo sentar a la multitud que lo seguía sobre el pasto para organizar la comida de los panes y los pescados. Lo primero que necesitas es descanso. Sin culpa mirá como se viene todo abajo: Se caen las chapas, se derriten los vasos. El calor explota las copas en la vitrina fuera de moda. Se incendian los tapizados de las sillas retapizadas con la misma tela con las que cosiste las cortinas con tus propias manos mientras todos dormian. Quedate tranqui. No sos zorra, ni putita. Ni te gusta que te bajen los dientes. Creeme se puede levantar una ciudad en ruinas. Creeme se puede levantar una ciudad en ruinas. Creeme se puede levantar una ciudad en ruinas. Nadie es sola, ni mucho menos solita. Lo dice la ley mamita que no puede hacerte sentir culpable el limón que olvidaste para las milanesas que empanaste con tus propias manos. No son las que te hacen llorar, las raíces amargas crecidas de tu pelo teñido, ni el esmalte que se saltó de tus uñas escamadas. Creeme se puede levantar una ciudad en ruinas. Se puede levantar una ciudad en ruinas. Se puede levantar una ciudad en ruinas
Ley 26.485, un poema de Mariela Gouiric.
No te mueras, pibe, pensá lo que quieras, contá lo que quieras, decí lo que quieras, pero no te mueras. Trepate a tus sueños, hacelos bandera, saltá las barreras, pero no te mueras. Gritame a la cara, tu bronca, tu pena, mi error, tu condena, pero no te mueras. No hay nada, ni nadie, que valga la pena, que tan solo pienses que tu muerte es buena. Hay que amar la vida, de cualquier manera, abrazame fuerte, pibe, pero no te mueras. Que se mueran ellos, los que te condenan a vivir sin alma, sin fe, sin estrellas, que se mueran ellos, la muerte son ellos, vos no, no te mueras.
José Ángel Trelles
Quizás este mundo sea el infierno de otro planeta.
Aldous Huxley.
Como autómatas espirituales, todo el tiempo hay ideas que se suceden en nosotros, y siguiendo esta sucesión de ideas, nuestra potencia de actuar o nuestra fuerza de existir aumenta o disminuye de una manera continua, sobre una línea continua, y esto es lo que llamamos afecto, lo que llamamos existir.
Fragmento de Curso sobre Spinoza, de Gilles Deleuze, 1978.
Veo a la experiencia psicodélica como un derecho de nacimiento, y no podemos tener una sociedad libre hasta que las personas no sean libres de explorar sus propias mentes.
Terence McKenna.
No hay progreso. Todo lo que se gana en un lado, se pierde en otro. Como uno no sabe qué perdió, piensa que ha ganado.
De las Conferencias en las universidades norteamericanas, de Jacques Lacan, año 1975.
Dejando el cuerpo.
Fog, Radiohead. Publicado en “Amnesiac B-Sides”, 2001.
steifri reblogged
Irish youths in the north of Ireland
1980s
Jóvenes irlandeses en el norte de Irlanda, en los 80′s.
Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.
De Patas Arriba - La escuela del mundo al revés, por Eduardo Galeano, 2001.
Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento, se hace responsable a sí mismo y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la inteligencia del régimen neoliberal. Dirigiendo la agresividad hacia sí mismo, el explotado no se convierte en revolucionario, sino en depresivo.
Byung-Chui Han.