Nunca he querido ocultar que no me agrada esta ciudad.
Siempre he dicho que uno siente cuando está en el lugar correcto. Y claro, está el otro lado de la moneda. Hay personas que podrían estar todo el día en la playa. Sentir la brisa marina, las olas en sus pies. Disfrutar del calor. Eso no es para mí. Estar bajo el sol me pone de malas. Tener calor, más. No voy a negarlo, es bonito para ir de vacaciones donde sé que es un par de días. Más vivir en la costa, donde hace la mayor parte del tiempo calor, no me hace feliz. Soy una persona que ama usar gorros y suéteres. Para colmo negros. Así que, vivir en un lugar caluroso... no más no. Por no hablar de la humedad. Vaya que me podría quejar de eso. Mi cabello más.
Me podría quejar de más cosas. Lo insegura que se ha puesto la ciudad. Algunas cualidades de individuos que chocan con lo que creo. Falta de apoyo a la cultura. Cuando no te gusta algo, es muy fácil quejarte de todo. Dar excusas y señalar con el dedo a todo lo negativo. Hoy no.
Me quedan pocos días viviendo en esta ciudad. Sí, ya me había marchado a la universidad pero este era mi rancho. Donde di por sentado que pasaría las vacaciones y puentes. Donde volvería a ver a mis amigos para ponerlos al corriente. Ya me había ido pero siempre volvía. Recuerdo que cuando me fui, lloré porque sabía que no vería cosas que estaban en mi rutina. Ahora, no puedo dejar de pensar que hoy puede ser la última vez que pase por esa calle, que vea aquel árbol, que vea mi antigua escuela. Incluso un lugar que no me gusta se vuelve nostálgico cuando todo se vuelve ‘último’.
No me considero de aquí aunque esta ciudad me crió. ¿Por qué? No lo sé. Mi corazón no me deja tomar el título de jarocha y aclamarlo con orgullo como lo haría con el estado donde está mi familia. No soy local pero vaya que tengo que agradecer a esta ciudad.
Me dio muchos bonitos atardeceres, cocos con limón y chile, elotes y raspados en el malecón. Me obsequió amistades que se quedan conmigo. También me llevó a conocer personas que lastimaron pero me hicieron más fuerte. Me enamoré por primera vez en esta ciudad y vaya que esos son recuerdos. Hubieras sido muy diferente si nada más me hubiera quedado un año como era el plan inicialmente.
Así que gracias Coatza. Por las risas y llantos. Por las vidas que vi partir e iniciar. Por las amistades duraderas y cortas. Por las promesas y traiciones. Por las lecciones de vida y las clases de relleno. Por todo el baile y la música. Por los nortes y suradas. Por tus atardeceres y tu comida. Por los amores y corazones rotos. Por hacerme la mujer que soy hoy y ayudar a formar la base de la que seré en un futuro.
Espero que el día que vuelva, todo esté mejor.
Hasta entonces, fue un placer.