Dejarla ir

El primer día que te volví a ver, fue un jueves.

Fui a tu ciudad con mis amigos. Todo tranquilo, ¿sabes? Estábamos comiendo cuando te vi pasar. La comida dejó de importar, el ruido del local fue disminuyendo hasta que solo podía escuchar tus botas contra el pavimento. Dejaste de plancharte el cabello y ahora caía sobre tus hombros en ondas más claras. Te ves más delgada, luciendo el estilo que solías dibujar a tus personajes en la parte de atrás de las libretas. Te diste la vuelta y hasta ese momento veo que no estás sola. Te abrazó rodando tu cintura con sus brazos. Te reíste mientras te sujetabas a él. Te tomó de la mano y continuaron por la calle, como si estuvieran en una película. Sabía que algún día tenías que encontrar a alguien más, pero no pensé que fueras tan... feliz.

La segunda vez que te vi, fue el siguiente sábado.

Entraste a un bar de la mano de él. Nunca te había gustado tomar, pero ahí estabas sentada frente a tu pareja. Él tomaba una cerveza y tú, podría apostar que algún sin alcohol. Lo que más resaltaba es que nunca se quitaban la vista del otro. Vi en tus labios una sonrisa que yo nunca logré provocarte. Dejé de mirar hacia su mesa y traté de seguir la plática con mis amigos. Fallé cuando tomó tu mano mientras salían del bar. Me quedé mirando mi cuarta cerveza a medio acabar. Pareciera que lo que quedaba en esa botella de cristal eran solamente recuerdos. Como era sentir tu piel, tus labios contra los míos, lo apasionada que eras en tus dibujos, tu risa con mis chistes malos. Una de las chicas que vino con nosotros, se recarga en mi hombro. El alcohol empieza a hacer efecto en ella. La miré por unos segundos y haciéndola sonreír pero mi atención volvió a mi botella. Traté de olvidarte en varios labios, como los de ella. No funcionó. No tiene sentido seguirlo intentado, yo era más feliz cuando estaba a tu lado.

Miré la mesa donde habías estado sentada, imaginándote otra vez pero con un detalle diferente. Era yo quien agarraba tu mano. La última vez que estuvimos así, tú fuiste decidió romper el lazo. "Ya no puedo más”. Fueron tus últimas palabras antes de dejarme en esa cafetería aún con la mano abierta, sintiendo la ausencia de la tuya. Todos tus amigos me decían que nunca te habían visto tan mal como cuando estuviste conmigo. Me habías llorado todas las noches cuando yo estaba bebiendo. Me alejé de todos, no quería más tu recuerdo o tal vez, huía de la culpabilidad.

Logré la apariencia de “todo está bien”. Me sentía fuerte e imparable. Mis nuevos amigos usan la palabras libre. Andaba detrás de otras chicas que nunca significaron tanto como tú lo hiciste. Seguía atado a ti, por más que tratara de reprimirlo. Me hice la idea de estar sin ti, de no sentir nada. Así es más fácil. Toda mi fortaleza, los muros que construí fueron demolidos con la sonrisa que le regalas a otro hombre. Sí, puede que nadie te hiciera sufrir como yo, que te hice llorar como nadie, que mi recuero te atormentó, que me hablaste un par de veces pero no contesté Más créeme que lo él te pueda amar no se compara nunca a lo que sentí por ti, lo que siento.

De regreso en la ciudad donde te conocí, me senté en una banca mientras la gente pasaba. Todo tiene un toque tuyo. Los collares que siempre llevabas a la escuela, el disco del banda que siempre tarareabas, el lugar donde bailaste, aquella esquina donde te besé. Sonreíste aquella vez pero nunca como lo haces ahora con él. Tal vez, tus amigos que tanto me reprocharon lo mucho que te lastime, tienen razón y realmente eres feliz sin mí en la ecuación.Te busco de nuevo en Facebook y veo que personas que no conozco comentan tus estados con chistes que no entiendo. Uno en especial que deja un corazón negro en cada comentario. Siempre estuve consciente de que había mejores personas para ti que este pobre idiota que te perdió, pero no puedo evitar el dolor.Muy adentro de mí, donde traté de ocultarte con todo y los recuerdos. Sigue vive una llama que había dejado de dar calor.

Te sigo queriendo, siempre lo he hecho.

La lágrima que tardó un año en salir, resbala por mi mejilla. Continué viendo tus fotos donde te ves preciosa, en algunas sales con él y pudo ver un destello en tu mirada. Esos hermosos ojos cafés brillaban cuando era por mí. Sonreí forzadamente, porque sé que no lo haces para dañarme. El mundo no gira alrededor de mí, al fin de cuentas. Soy yo el que se hace daño al seguir aferrándome a ti.

Miré por última vez la foto donde sales abrazándolo y guardé el celular. Me dio felicidad imaginarme lo mucho que debes sonreír al escuchar su nombre, las veces que tus viejos amigos deben de decirte lo feliz que te vez junto a él. Empecé a caminar hacia casa tarareando la canción que algún día bailamos juntos. Ambos sabemos cómo funciona el amor. Él romperá tu corazón, te enamorarás de nuevo. Más como alguna vez dijiste con la leyenda del hilo rojo, aquí estaré esperándote.

Siempre.