El primer amor nunca se olvida, crece
-Oye, me gustas- le dijo poniendo la sonrisa más sincera del mundo a la niña que estaba del otro lado de la pantalla. Ella bajó la mirada a su vez que sus mejillas se volvían rosaditas.
-No te creo- ella miró a la cámara web tratando de juntar fuerzas que no tenía. Le había dicho que le gustaba. Cuando ni ella se gustaba, ¿cómo era posible?
Se volteaban a ver en clase. Sus miradas, como si fueran prohibidas, se apartaban. Aun así, las sonrisas continuaron. Manos entrelazadas por debajo del pupitre, mejillas sonrojadas, hoyuelos marcados después de un guiño. En el recreo, niñas contra niños, tal vez irónicamente, se perseguían entre sí. Dos pequeños queriendo jugar a ser grandes se acercan de más y sus labios se tocan por primera vez. Cualquiera podría reconocer la química entre esos dos. Ya sea cuando bailaban juntos o hacían equipo para los proyectos. La sonrisa inocente de ella con el tono juguetón de él hacía que en los pasillos se robasen los besos del otro como si fuera un juego. Y lo era.
El que se enamore primero pierde.
Más ellos no tendrían por qué estar jugando así. Ella todavía era muy pequeña para meter las manos al fuego. No le importó nunca, ni hoy. Se paró de puntitas y le dio un beso en su lugar de siempre, robándole el aliento. Fue como si por unos segundos él pudiera ver a través de sus ojos. Y así, por primera vez pudiera observar su verdadera esencia. Una que ni si quiera ella conocía.
Ella empezó a sentir que perdía y decidió retirar sus cartas antes que de lo perdiera todo por un chico de ojos negritos. –Amigos- dijeron al mismo tiempo al terminar la partida.
Años después, llegó otro chico por lo que ella apostó su vida y su alma entera sin ni si quiera pensar en las consecuencias. Él continuó en el mismo juego hasta que le tocó perder por una chica que sabía jugar mejor que él.
El tiempo no se detiene y la vida los mantiene cerca. Siguen estando en el mismo salón pero ya no se sientan juntos. Tienen distintos caminos y partidas por jugar. Ya sus miradas no se encuentran, sus manos no se tocan. Ella empieza a mostrar más su verdadero ser y él sigue siendo tan espontáneo como siempre.
Años más tarde, ella estaba cansada de jugar y perder que decidió retirarse para concentrarse en sí misma. Perder la vida y el alma por alguien que te abandona rápido no es fácil de recuperar. Él entró por fin a juegos para expertos. Las partidas de principiantes quedaban atrás. Aun con todo esto, sus direcciones siguen creciendo paralelamente.
Ya no están juntos. Kilómetros y montañas los separan. De todas maneras, solo basta unas cuantas llamadas para que la química vuelva a nacer. Ya no es como antes. Se ríen por su pasado, se ayudan en su presente y se apoyan en el futuro. Ninguno de los dos es el niño inocente que se jugaban a atraparse en los recreos.
Ambos empezaron un nuevo juego, muy lejos del otro. Están dispuestos a apoyarse por lo que fueron, por su amistad.
Simplemente, por ellos.