La Ciudad Nocturna del Centenario
Durante el mes de Setiembre de 1910 y especialmente durante las noches del 15 y el 16 de Setiembre (durante las que se celebraron respectivamente el cumpleaños de Porfirio Díaz y la ceremonia del Grito de Dolores), la ciudad de México fue el escenario de una serie de rituales políticos a los que asistieron no solamente delegados de distintas partes del país sino también delegaciones diplomáticas internacionales de muchos otros países. Entre dichos rituales destacan la dedicación de obras que no se terminarían como el Palacio Legislativo (convertido décadas después en el Monumento a la Revolución) y de otras que sí se terminarían como el Angel de la Independencia, además de una serie de desfiles por las avenidas más importantes de la ciudad y visitas a algunas de las obras de infraestructura que el estado había implementado recientemente. Durante las noches de dicho mes la ciudad fue escenario de un espectáculo distinto al verse iluminados, a veces mediante arreglos ornamentales bastante complejos, no solamente monumentos como la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional, sino también edificios de compañías particulares y residencias privadas que se integraban de esta manera a la escenografía nocturna del régimen. La noche del 16 de Setiembre espectaculares fuegos artificiales iluminaron el lago de Chapultepec, mientras que de acuerdo a cálculos de la época, seguramente exagerados, solamente para iluminar la superficie de la Catedral se utilizaron aproximadamente cien mil luces individuales. Esta ciudad etérea quizás se aproximaba más a lo que el historiador Mauricio Tenorio ha llamado la ciudad ideal, moderna, electrificada y bajo el rígido control de las fuerzas del orden estatal imaginada por el régimen Porfirista que la ciudad iluminada por la luz del día, donde eran más visibles las múltiples manifestaciones de lo que dicho régimen entendía como su ‘atraso,’ entre ellas la presencia de migrantes indígenas a la capital, muchos de los cuales vivían en condiciones de pobreza, así como las falencias más que evidentes de su infraestructura urbana. Es así que las fotografías de esta ciudad nocturna llena de siluetas fantasmagóricas nos transportan a un espacio difícil de definir donde se entrecruzan las presencias solamente fragmentarias de algunos de los monumentos más emblemáticos de la capital y los deseos y fantasías de un régimen desde hace mucho difunto y que se encontraba ya, cuando dichas fotografías se tomaron, bastante próximo al comienzo de su final.
Iluminados de arriba hacia abajo: La Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional, el edificio de la Cervecería Cuauhtémoc, el de la compañía Luz y Fuerza, una residencia particular y un arco triunfal de la Colonia Roma.